Capítulo 2Segundo capítulo de esta serie de comunicados dirigidos a llenar el irreparable vacío dejado en vuestras almas y a aliviar el dolor y pena derivados de mi ausencia. Un humilde servidor sería el primero en alegrarse de que estas obras de arte pudieran ver la luz con mayor regularidad pero, muy a mi pesar, la vida sigue sin depararme suficientes aventuras y desventuras como para saciar vuestra sed de narrativa con carácter semanal. Además, uno se encuentra a cientos de kilómetros de su hogar, pero no por ello va a prescindir de los principios éticos que le caracterizan ni de la máxima que viene rigiendo su vida en los últimos tiempos (lo que no pasa en la noche…), máxime cuando la imparable racha de este equipo de viejas glorias opositando a leyendas me viene produciendo un orificio en el intestino grueso del tamaño de un dedo gordo del pie que a duras penas me permite pasar el tiempo necesario delante del ordenador para mantener en pie mi emporio de traducción. Cada vez veo más cercano el momento de tener que retractarme del vilipendio al que sometí a cierto “superclase” integrante de un equipo de centro regional que milita en esta misma categoría, quien allá por el periodo estival tuvo la gallardía y el coraje de afirmar que esta banda de adictos al baloncesto no tendría problema alguno en acceder al grupo conformado por los diez mejores equipos de la categoría, con el consiguiente descrédito hacia su persona.
Y hablando de baloncesto, hace dos semanas el sueño me impidió profundizar todo lo que me hubiese gustado en estas fases iniciales de mi periplo madrileño en lo que al baloncesto se refiere, si bien el paso del tiempo me permite ahora ofrecer una perspectiva ligeramente más amplia. Anda sumergido este escolta reconvertido a falso pivot por arte de birlibirloque en dos conatos de ligas de baloncesto: una de ellas viene a ser una liga de empleados, allegados y simpatizantes (de quedar alguno) de Iberia y otra una liga de distrito de Madrid. El devenir de ambos equipos puede resumirse brevemente: en la primera, nuestro equipo parece destinado a ganar los partidos con mayor o menor claridad y esfuerzo, mientras que en la segunda nuestro sino parece ser el de sufrir palizas sonrojantes. Las defensas en zona están a la orden del día y no puedo evitar sino esbozar una ligera sonrisa al recordar, mientras contemplo el caos que se origina a mi alrededor, no se qué instrucciones sobre cortes, triangulaciones, etc. que periódicamente perturban mi sueño a altas horas de la madrugada. Cierto es que vuelvo a tener el inconmensurable placer de compartir parqué con Rubén Ferreras, compañero de generación (para quien a estas alturas no me haya oído repetirlo hasta la saciedad, generación del 80, la generación de oro del baloncesto español) y, por qué no decirlo, de degeneración. Sin embargo, y a pesar de tener la certeza de que tarde o temprano acabaré lamentando lo que voy a decir, no puedo evitar echar de menos la compenetración que, tras un año de baloncesto, compartía con mis compañeros dentro de la cancha y que me permitía saber cuándo ponerme el casco antes de un tiro a tabla de Jorge, una castaña de Homicius o una bandeja al ángulo ciego de “Air” Silva, o bien cuándo proteger mis órganos vitales antes de colisionar en medio de la zona con Pedrito. Yo también os quiero a todos chicos.
Hablando ya en clave ociosa, este pasado sábado fui a dar con mis huesos, supongo que por estas vueltas que da la vida, al parking aledaño al circuito de Cheste de Valencia, donde, katxi en mano, ciento volando, fui testigo de cómo hordas ingentes de personas se concentraban en torno a un más que digno escenario para presenciar el último concierto, hasta la próxima llamada del bolsillo, de ciertos “Héroes” venidos a menos. En mi defensa alegaré que acudí a tamaño evento en calidad de invitado, por lo que no es necesario que nadie se alarme, ya que sigo estando en pleno uso de mis facultades psíquicas. Pedrito, no me lo tengas en cuenta. Sabes que sólo sigo teniendo ojos, oídos en este caso, para las melodías electrónicas.
Antes de poner fin a esta diarrea narrativa, me gustaría daros ánimos para el próximo partido, ya que según los foros de debate de la categoría parece que el sábado rendís visita a un campo poco menos que inexpugnable por su condición de descubierto. No obstante, la peculiaridad que entraña esta vuelta a los orígenes debería proporcionaros un plus de motivación extra de cara al encuentro, más si cabe tratándose, en vuestro caso, de un equipo de zapadores del baloncesto. Supongo que especialmente emotivo será el partido para “Easy Basket” Berceruelo, quien, muy a su pesar, volverá a disfrutar de esa sensación que provoca saber que por encima de su cabeza sólo habita el bucólico firmamento bilbaíno. Soy consciente de que mis palabras servirán de escaso consuelo a alguien que ya jugaba cuando las líneas de 6,25 eran una leyenda urbana y el esférico hacía escaso honor a su nombre, pero ha de saber el susodicho que este blog irá a la tumba junto con el equipo cuyas aventuras narra, por lo que no quedará constancia alguna de borrones en su carrera profesional como el del próximo sábado.
Para finalizar, recomendación culinaria: recuerdo de mi primer periplo en el baloncesto regional allá por la transición que cerca de Montaño había una cervecera que, a buen seguro, servirá para celebrar la victoria o, en su defecto, para ahogar las penas en alcohol y pintxos de chorizo a la sidra (el chorizo es opcional).
Buenas noches y buena suerte.
HM Borja
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